Dejemos de hablar de ellos, por favor. Propongo que nos abstengamos de citarlos por sus siglas, nada de publicidad gratuita. Sugiero que dejemos de mentarlos ni siquiera para denostarlos. No se les puede ignorar, es verdad, ni se debe, porque hacen y dicen cosas que es mejor conocer para así no olvidar la peligrosa catadura de aquellos con quienes nos estamos jugando los cuartos. Pero sí podemos ningunearlos, otorgarles la cancha justa y ni un milímetro más, ni un segundo de más. Reduzcamos al mínimo imprescindible su presencia en los medios porque nada de lo que promueven es inocente, nada es irrisorio ni mucho menos ridículo, aunque lo parezca.
Sí, ya sé que los medios de comunicación públicos están obligados por ley a darles cancha proporcional a la representación parlamentaria conseguida. En los informativos vale, porque así es preceptivo, pero en los programas, ¿por qué? Con los intolerantes no se puede ser tolerante ¿o me vais a decir que sí? ¿Os da igual que sean bilis pura, odio militante, filoviolentos, racistas, machistas, liberticidas? No señor, por mucho que lo intenten no conseguirán eclipsar ni profanar el verde resplandeciente de la ecología y la esperanza porque su verde vómito es asco puro.
Son asesinos de libertades, no lo olvidemos, como no debemos ignorar tampoco que la chulería, la soberbia y la sensación de impunidad con la que se desenvuelven son posibles porque creen que pueden y aún piensan que, como ocurriera en tiempos pretéritos, andan blindados por la vida. Y claro, de momento hay hechos que parecen darles la razón, porque nadie les mete mano por mucho que en sus hojas de servicios aparezcan fraudes inmobiliarios o proyectos arquitectónicos firmados sin título que los respalde, por ejemplo.
Busco en las hemerotecas, sin éxito, críticas de Felipe González contra estas corrupciones y contra la llegada de la ultraderecha a algunos ayuntamientos y gobiernos autonómicos. Pero no los encuentro, debe estar el hombre muy ocupado pidiendo explicaciones a Sánchez, con cuyo gobierno afirma no sentirse representado, por la excesiva cancha que a su juicio otorga a Iglesias. Ocupado y preocupado por si este, con su acceso al Centro Nacional de Inteligencia, acaba sabiendo de según qué secretos que el mandamás de otros tiempos no tiene ningún interés en que se conozcan.
Por favor, dejemos de regalarle cancha a las astracanadas de los fascistas, tan frecuentes y disparatadas como arteramente planificadas. Dejemos de caer por más tiempo en sus trampas, ya está bien. El neofascismo no puede tener altavoces, y si se los proporcionamos nos convertimos de alguna manera en cómplices de sus fechorías, de las de ahora y de las del futuro. Porque si tienen la oportunidad de que esa manera de actuar vaya a más, no lo dudemos: aprovecharán la oportunidad. Lleva razón Willy Toledo: igual en algún momento, tras haberle reído las gracias a estos liberticidas sin reflexionar sobre las consecuencias de actuar así, tengamos que lamentar cómo llegan hasta nuestras puertas para cerrarnos la boca, y no precisamente con esparadrapo.
Sueltan tantas burradas y proponen asuntos tan descabellados, están tan lejos de la sociedad próspera y moderna que la mayoría de los españoles queremos disfrutar, que igual la actitud recomendable es dejarlos que se vayan cociendo en su propio patetismo y continúen proponiendo iniciativas que a los únicos que ponen de los nervios es a los lechuguinos del PP, perdidos como están buscando su rumbo entre el noviazgo con Ciudadanos y los halagos al líder de los ultramontanos.
El neofascismo en España dejó de ser una mera anécdota hace ya más de un año, cuando irrumpieron en el Parlamento de Andalucía pero aún así, y a pesar de las zig zags peperos, es posible bajarles los humos y hacerles perder votos. Hay quien piensa que vamos tarde, que en Madrid, Murcia y Andalucía se han rebasado líneas que en países como Alemania, por ejemplo, continúan siendo rojas, pero me niego a creer que esta deriva no se pueda detener. El 5 de abril en Euskadi estoy seguro -la encuesta que Público da a conocer este miércoles así lo vaticina- que los votantes no van a respaldar la estrategia de Casado-Iturgaiz, y en Galicia espero que apenas toquen pelo.
El neofascismo no puede ni debe prosperar. Por sentido común, por sentido de la justicia, por lógica. Si lo consigue será porque los demócratas no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Así que no perdamos ni un minuto más. A los de color verde vómito, ni agua.
J.T.
Sí, ya sé que los medios de comunicación públicos están obligados por ley a darles cancha proporcional a la representación parlamentaria conseguida. En los informativos vale, porque así es preceptivo, pero en los programas, ¿por qué? Con los intolerantes no se puede ser tolerante ¿o me vais a decir que sí? ¿Os da igual que sean bilis pura, odio militante, filoviolentos, racistas, machistas, liberticidas? No señor, por mucho que lo intenten no conseguirán eclipsar ni profanar el verde resplandeciente de la ecología y la esperanza porque su verde vómito es asco puro.
Son asesinos de libertades, no lo olvidemos, como no debemos ignorar tampoco que la chulería, la soberbia y la sensación de impunidad con la que se desenvuelven son posibles porque creen que pueden y aún piensan que, como ocurriera en tiempos pretéritos, andan blindados por la vida. Y claro, de momento hay hechos que parecen darles la razón, porque nadie les mete mano por mucho que en sus hojas de servicios aparezcan fraudes inmobiliarios o proyectos arquitectónicos firmados sin título que los respalde, por ejemplo.
Busco en las hemerotecas, sin éxito, críticas de Felipe González contra estas corrupciones y contra la llegada de la ultraderecha a algunos ayuntamientos y gobiernos autonómicos. Pero no los encuentro, debe estar el hombre muy ocupado pidiendo explicaciones a Sánchez, con cuyo gobierno afirma no sentirse representado, por la excesiva cancha que a su juicio otorga a Iglesias. Ocupado y preocupado por si este, con su acceso al Centro Nacional de Inteligencia, acaba sabiendo de según qué secretos que el mandamás de otros tiempos no tiene ningún interés en que se conozcan.
Por favor, dejemos de regalarle cancha a las astracanadas de los fascistas, tan frecuentes y disparatadas como arteramente planificadas. Dejemos de caer por más tiempo en sus trampas, ya está bien. El neofascismo no puede tener altavoces, y si se los proporcionamos nos convertimos de alguna manera en cómplices de sus fechorías, de las de ahora y de las del futuro. Porque si tienen la oportunidad de que esa manera de actuar vaya a más, no lo dudemos: aprovecharán la oportunidad. Lleva razón Willy Toledo: igual en algún momento, tras haberle reído las gracias a estos liberticidas sin reflexionar sobre las consecuencias de actuar así, tengamos que lamentar cómo llegan hasta nuestras puertas para cerrarnos la boca, y no precisamente con esparadrapo.
Sueltan tantas burradas y proponen asuntos tan descabellados, están tan lejos de la sociedad próspera y moderna que la mayoría de los españoles queremos disfrutar, que igual la actitud recomendable es dejarlos que se vayan cociendo en su propio patetismo y continúen proponiendo iniciativas que a los únicos que ponen de los nervios es a los lechuguinos del PP, perdidos como están buscando su rumbo entre el noviazgo con Ciudadanos y los halagos al líder de los ultramontanos.
El neofascismo en España dejó de ser una mera anécdota hace ya más de un año, cuando irrumpieron en el Parlamento de Andalucía pero aún así, y a pesar de las zig zags peperos, es posible bajarles los humos y hacerles perder votos. Hay quien piensa que vamos tarde, que en Madrid, Murcia y Andalucía se han rebasado líneas que en países como Alemania, por ejemplo, continúan siendo rojas, pero me niego a creer que esta deriva no se pueda detener. El 5 de abril en Euskadi estoy seguro -la encuesta que Público da a conocer este miércoles así lo vaticina- que los votantes no van a respaldar la estrategia de Casado-Iturgaiz, y en Galicia espero que apenas toquen pelo.
El neofascismo no puede ni debe prosperar. Por sentido común, por sentido de la justicia, por lógica. Si lo consigue será porque los demócratas no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Así que no perdamos ni un minuto más. A los de color verde vómito, ni agua.
J.T.
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