El mundo se está yendo al carajo y los despachos de los políticos, vacíos. Suenan los teléfonos en las oficicinas de los poderosos y nadie los levanta porque las secretarias y los ayudantes, los secretarios de las secretarias y las ayudantes de los ayudantes están en el chiringuito con la cerveza en la mano mientras aguardan impacientes... la ración de boquerones.
Quien tenga un problema burocrático que resolver, que espere unas semanitas: las ventanillas de atención al público no son para el verano.
¿Que la bolsa se hunde? Ya me preocuparé en septiembre
¿La prima de riesgo se dispara? Ya me preocuparé en septiembre
¿Riesgo de quiebra? ¿Amenaza de rescate? Uf, qué pereza
La Merkel, ZP, Berlusconi, Sarkozy... parecen funcionar estos días al ralentí a pesar de la que está cayendo.
Si haga lo que haga -parecen pensar- no tengo manera de atajar la ruina que tengo encima, pues haré lo que tenía planeado: tocarme los güevos las dos semanitas previstas, que hay que tomar fuerzas para la que me espera apenas vuelva.
La putada es que esta vez no es una frase hecha: el mundo se está literalmente yendo al carajo y estos cretinos están a por uvas.
Me recuerdan la historia de aquel hombre de negocios inglés que, mientras jugaba al golf un sábado por la mañana en los aledaños de su enorme mansión de fin de semana a cien kilómetros de Londres, recibió la llamada del responsable de seguridad de uno de sus múltiples negocios situados en los alrededores de la capital.
- Señor, lamento decirle que una de sus fábricas está ardiendo. Una ruina. Todo destruído.
- No me diga, contestó el acaudalado gentleman. ¡Pues vaya disgusto que me voy a llevar el lunes!
J.T.
¿Septiembre? "Cuán lejos me lo fiáis", compañero. Para septiembre, puede haberse hundido Europa y este país.
ResponderEliminarFaltaba el anuncio de adquisición disparatada en Defensa por parte de quién pretendía postularse para regir España.
Lo juro. No volveré a servir a señor@s que se puedan corromper (¿Miguel de Mañara?).
Pues, eso. Que me apeo. Hasta siempre.