M. Rajoy puso de moda en su momento el término chisgarabís cuya definición, según el diccionario, es “persona informal, entrometida o de poco juicio”. Chisgarabís es sinónimo de chiquilicuatre, “persona frecuentemente joven, algo arrogante y de escasa sensatez”, según la RAE.
Tales calificativos, a día de hoy, parecen hechos a medida para aplicárselos al todavía líder del Partido Popular. La escasa altura parlamentaria de Pablo Casado, su zafia manera de hacer oposición, impide que los adversarios políticos le puedan replicar sin correr el riesgo de ponerse a su nivel. Ha perdido seis meses preciosos, oportunidad única para ejercer una oposición constructiva y útil y ahora, cuando salta esa especie de Watergate en el que Jorge Fernández Díaz y Cospedal aparecen presuntamente implicados, le pilla desfondado. Ni más ni menos que el antiguo y piadoso ministro del Interior y Dolores de Cospedal, el hada madrina a quien debe la presidencia del partido ¡Menuda faena!
Para echar una mano, Marhuenda navega como puede haciendo malabarismos con las informaciones de La Razón; ABC y El Mundo quedan a diario en evidencia y los submarinos que el PP dejó en los informativos de Televisión Española, que ahí siguen los chicos todo aplicados, se las ven y se las desean para que tamaño torpedo salpique lo menos posible a Casado y su florido equipo de lechuguinos.
Los tertulianos apenas consiguen contrapesar el desconcierto reinante en la sede de Génova 13, estos días con los pasillos llenos de zombies y de rumores sobre su posible venta, y se limitan a echar mano de frases de manual: “Puede que acabe en nada, solo en pena de telediario”. En pena de telediario, hace falta ser cínicos, ¡tendrán queja del guante blanco con el que vienen siendo tratados desde hace veinticinco meses!
Muy mal deben andar las cosas en el PP para que Francisco Martínez, el otrora Secretario de Estado de Interior, se atreva ahora a recuperar la memoria, dar pelos y señales del operativo de espionaje montado en su día en torno a Luis Bárcenas y anunciar a los cuatro vientos en primera página de periódico dominical que piensa contarle al juez todo lo que sabe, todo lo que en su día ejecutó y calló por “lealtad” a Fernández Díaz y a M. Rajoy.
¿Está débil el PP? En aquellas instituciones donde conserva el poder, sean autonomías o ayuntamientos, ya empieza a pasarles factura el despropósito que supuso aceptar la condiciones de la ultraderecha para sentarse en la poltrona. En Ciudadanos, esa formación naranja, inodora e insípida, están jugando una vez más a demasiadas bandas. ¿Acabará habiendo mociones de censura?
¡Qué arte tienen todos para ir dejándose tirados los unos a los otros! Viene de lejos, porque en los tiempos en que salió a flote el oscuro asunto de los GAL, ya alguien acabó dejando tirado a alguien. En el caso Kitchen, nuestro particular Watergate cañí, ¿dejó tirado Fernández Díaz a Francisco Martínez? ¿Hizo o hará lo propio M. Rajoy con Fernández Díaz? ¿Dejará tirado ahora Casado a M. Rajoy? “Caerá quien tenga que caer”, ha asegurado este lunes. Proveámonos de palomitas.
A M. Rajoy en esta ocasión, llamar “chisgarabís” a su sucesor seguro que le sabe a demasiado poco. Lo que son las cosas, ahora es él quien se ha convertido en “ese señor del que usted me habla”.
J.T.
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