Encanallaron el parlamento y el ambiente ciudadano hasta conseguir meternos el miedo en el cuerpo durante los primeros meses de pandemia, pero nada les valió para conseguir tumbar el gobierno, única aspiración de quienes no se resignan a chupar banquillo y utilizan a la presidenta de la Comunidad de Madrid como una de las últimas balas que les deben quedar en la recámara. Hasta ahora siempre les ha salido el tiro por la culata pero ahí continúan, inasequibles al desaliento.
Las encuestas les siguen siendo desfavorables y a Casado su estrategia gamberra apenas le ha venido a sumar unos votos más según los sondeos, votos que le quita a una ultraderecha cuya presencia en los medios, Televisión Española incluida, se encuentra muy por encima de la que se le otorga a los fascistas en cualquier otro país europeo.
La situación de Catalunya tampoco parece que de momento vaya a perjudicar mucho las expectativas de supervivencia del Gobierno de coalición, mientras que las de PP, Ciudadanos y Vox quedan por los suelos. Ni los postulados de la derecha, ni los que defienden los radicales de Vox, calan ni calarán nunca en zonas de España que nada tienen que ver, por ejemplo, con Madrid, Toledo o Valladolid.
El país que tendremos en el futuro se está inventando a medida que van creciendo los hijos y nietos de quienes aún no tenían edad de votar cuando se convocó el referéndum de la Constitución en 1978. Son ya muchos los jóvenes, y no tan jóvenes, a quienes les suena a chino buena parte de los temas con los que la derecha continúa empeñada en hacer oposición.
Los mantras fascistas son un rebrote que acabará diluyéndose en la medida en que este Gobierno de coalición se consolide. Recurrir a ETA a estas alturas para desvirtuar los acuerdos a los que se llega en el Congreso con algunos diputados vascos es un desfase, es situarse a años luz de las preocupaciones de la calle. Sería bueno no demorar la aprobación de los Presupuestos, para hacer perder toda esperanza a quienes todavía trabajan para impedir la continuidad del Ejecutivo.
Gestionar las nuevas cuentas facilitará el trabajo del Gobierno y dotará de mayor eficacia las políticas sociales, fiscales y laborales que se podrán poner en marcha. Tales actuaciones mejorarán la vida de la gente y eso es lo que teme la derecha. Por eso se agarran a la pandemia como tabla de salvación, sin tener demasiado en cuenta que ese tozudo enconamiento puede que acabe costando miles de vidas.
Entre las soluciones más urgentes para acabar con los desatinos madrileños no puede estar aplicar en la región nada que se la parezca al artículo 155 de la Constitución. Por mucho que Ayuso y su esperpéntico séquito, con el silencio cómplice de Casado, parezcan estar pidiéndolo a gritos. Los Presupuestos son la clave. Sería bueno aprobarlos cuanto antes.
J.T.
Publicado en "La Última Hora"
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