Este 2019 ando confuso. Quizás lleve tiempo desconcertado y no me haya dado cuenta hasta ahora, pero reconozco que cada vez me cuesta más tener claras algunas ideas. Las cosas, ya lo sé, nunca son blancas o negras, pero los términos medios no suelen gustarme y ahora me encuentro en algunos callejones donde no consigo encontrar fácil salida. Me ocurre con Catalunya, con Venezuela, con Andalucía y con la huelga de taxis, y se me amontona la faena porque no me acaban de convencer los argumentos de ninguno de los polos enfrentados.
Me asustan los maximalismos catalanistas pero me aterran los postulados defendidos por quienes se oponen al independentismo. Hace tiempo que me entristece la deriva venezolana con Nicolás Maduro al frente, pero ahora estoy preocupado con la decisión de la Unión Europea, a la sombra de un espantoso Trump, que apoya un presidente de diseño y propicia una historia de suspense con desenlace incierto. Espero pocas cosas buenas del nuevo gobierno andaluz, pero me alegra que la hegemonía socialista en mi tierra sea ya historia. Me tienen harto las chulerías de los taxistas, sus emisoras fachas y su proverbial desconsideración hacia los clientes, pero me inquieta que se cuestione el carácter de servicio público del taxi, porque a poco tardar su carencia redundaría en abusos por quienes ahora, con piel de cordero, ofrecen a sus incautos pasajeros agua embotellada y música a la carta.
Busco referentes para nutrir mis reflexiones, descarto a los enconados de uno y otro lado y me quedan, sin que me gusten tampoco, los que se ponen de perfil, esos expertos en nadar y guardar la ropa que, en caso de conflicto bélico, ninguno de los dos bandos tiene claro si hay que fusilar o no. Me resisto a comportarme como un “perfilero” más, pero admito que no me aclaro, lo reconozco, aunque nunca me gustó permanecer en territorio gris. ¿Crisis de criterio? Los nubarrones en el horizonte emborronan mis certezas y yo, que nunca temí mojarme, me niego también a optar por posturas de las que no me fío. Pero también me niego a esperar a los desenlaces para definirme, deporte que tanto todólogo maestro de la supervivencia practica sin rubor en estos tiempos de suspense y ansiedad.
Quiero ir resolviendo dilemas para que no se me acumulen y me está pillando el toro. A todos se les llena la boca con la palabra diálogo, pero Trump no le cogió el teléfono a Maduro, el presidente de la Comunidad de Madrid se puso chulo con los taxistas y sobre Catalunya todo el mundo amaga pero nadie avanza ni un solo peón en tan diabólico tablero. Hay que optar por lo menos malo, apuntan algunos de mis amigos amantes de la mentalidad práctica. Pues lo siento, pero me faltan datos. Y a medida que más profundizo en cada uno de los asuntos sobre los que me cuesta pronunciarme, menos me aclaro ¿Me pasa solo a mí? Se admiten sugerencias.
J.T.
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