miércoles, 6 de abril de 2016

Golpismo mediático de medio pelo

Hace ya bastante tiempo que paso por los kioskos de prensa tapándome la nariz. Las primeras páginas me producen, literalmente, asco. Unas veces parecen revistas de humor; otras, pasquines propagandísticos  de la peor especie… No hay en ellas ni una puñetera verdad y todo suena a cachondeo. Ni siquiera se les puede llamar periodismo amarillo, porque el periodismo amarillo tradicional tiene a gala serlo y presenta sus productos con mucha más dignidad de la que lo hacen muchos periódicos en España desde la primavera de 2014.

Es todo tan excesivo, tan desmesurado, tan grosero… que imposibilita trabajar una recesión en condiciones. Cada día que transcurre supera al anterior en zafiedad, manipulación y mala leche. Nadie informa ya aquí; en la radio apenas hay ya periodistas, pero abundan los telepredicadores faltones y desvergonzados; y en la tele no hay informativo que se salve. Deberían cambiarles el nombre y llamarles directamente “Opinativos” en lugar de “Informativos” para orientar mejor a los despistados de buena fe, si es que aún queda alguno.

En estos días de cuenta atrás en los que aumenta la histeria, en estas pocas semanas que faltan para el dos de mayo, fecha tope en la que se puede formar gobierno antes que el parlamento vuelva a disolverse; en estos momentos donde los vértigos y los temblores de piernas son más frecuentes cada hora que pasa, los promotores de la Gran Coalición  queman sus últimos cartuchos orientando los cañones contra Podemos, con toda su munición disponible: hay que dinamitar como sea cualquier posibilidad de acuerdo de izquierdas que pudiera atisbarse en el horizonte. Y mira que la cosa está difícil.

El juego sucio de los medios estos días es un episodio más de la grosería que se traen entre manos desde que se percataron que ningunear o despreciar a Podemos no surtía el efecto deseado y decidieron apostar por el ataque directo y sin anestesia. Nunca interesaron tanto los plenos de según qué ayuntamientos como ahora. Nunca hubo tanta presencia de cámaras en los consistorios de Cádiz, Zaragoza o Barcelona. Una ciudadana le monta un pollo a Kichi y a todos les falta tiempo para abrir los informativos con el incidente. No ya Antena3, o tve, no… también Canal Sur, que a Susana y su gente les vienen de fábula estas cosas para endilgar leña al mono…  Nunca fue tan retransmitida una detención como el “prendimiento”ralentizado del jornalero Bódalo hace unos días en Jaén. Carnaza que no se puede desaprovechar, ya que por mucho que buscan no salen de Venezuela, Irán y las encuestas apocalípticas a la hora de intentar el descrédito. Por cierto, sin demasiado éxito hasta ahora. Tan escaso, que las portadas del ABC de los últimos días ya no dan ni asco. Más bien pena y vergüenza ajena.

Ese ministro de justicia vinculando a Eta con Podemos en unas desesperadas declaraciones de pasillo, y esos informativos haciéndose eco de la sandez; esos debates con tertulianos que nunca se preparan sus intervenciones y que, en lo que concierne a Podemos, tocan de oído sin documentarse en absoluto y se quedan tan panchos, conscientes de la impunidad de sus patrañas y satisfechos por cumplir con su papel de acólitos bienmandados de quienes le sueltan la mosca… Esas columnas de opinión escritas con el único objetivo de echar mierda diaria sobre los proyectos de cambio, exista o no base argumental para ello, cogiendo el rábano por las hojas, soltando chorrada tras chorrada…

En roman paladino, lo que hace buena parte de la prensa de este país es golpismo. Golpismo de medio pelo, porque  cuando ves según qué primeras páginas de periódico o escuchas según qué argumentos en las radios y en las teles no puedes evitar la carcajada.  Claro que, mientras te ríes a mandíbula partida, al mismo tiempo haces votos para que la impotencia y el poco éxito de sus ataques no les lleve nunca a intentar helarnos la sonrisa de otra manera.

Me da mucha vergüenza, mucha, buena parte del periodismo que se hace en España en estos momentos. Y mucho asco. Espero que no llegue el día en que acabe dándome miedo.

J.T.





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