jueves, 26 de febrero de 2015

Fin del recreo para el PP y el PSOE. "Game over"


Aires de fin de ciclo. Game over. Fin del recreo. Se ha acabado el cachondeo y lo saben.

- Para lo que me queda en el convento... -parecían estar pensando, durante el Debate sobre el Estado de la Nación, muchos diputados...

Quizás por eso la desahogada y dicharachera Celia, que nunca defrauda, decidiera aquella tarde dedicar su tiempo a jueguecitos en la tablet, incluso durante el rato que le tocó presidir la sesión parlamentaria. Un engorroso trámite que, como a la mayoría de los alli presentes, a Villalobos parecía importarle un verdadero pimiento. Total, siempre ha habido quien se dormía, bostezaba, resolvía crucigramas o incluso se metía en páginas porno durante las sesiones. Nada nuevo, pues, bajo el techo del hemiciclo.

Los dos principales contendientes saltaron a la lona intentando convencernos de que allí no había tongo ¿Cómo? ¿que hace unos días nos hicísteis fotos firmando juntitos un pacto antiyihadista que nos devuelve a la cadena perpetua y a tiempos anticonstitucionales? Ningún problema: ahora vamos y nos arreamos unos cuantos mandobles dialécticos, y así hacemos ver que nos llevamos muy mal, que de amiguitos nada, que ni somos casta ni pensamos pactar para gobernar en coalición, ni nos entendemos, ni nos queremos, ni tomamos cañas juntos siquiera. Faltaría más.

Había tan poca verdad en el debate entre Pedro y Mariano que tuvieron que apostar por la mala educación para parecer creíbles

- Son ustedes unos sinvergüenzas, le soltaba a Rajoy el apuesto y atildado Sánchez
- Váyase de aquí y no vuelva, que es usted patético, le espetó el todavía presidente al osado novato

Desprecio, soberbia, insultos, alejamiento de la realidad... No hay nada peor que la falta de perspectiva. Y Mariano, decididamente, vive en otro mundo. Porque no es posible que sea tan cínico y tan carente de sensibilidad como para atreverse a decir las cosas que dice si de verdad conoce cómo está el paño.

- Vamos a ver, debe pensar, si yo soy el amo del cotarro, el baranda, si estoy que lo peto, si lo tengo todo atado y bien atado, si me comen en las manos los bancos y los empresarios, si los datos económicos son buenos, si en Europa me adoran...

Además de vivir engañado, se olvida de un pequeño detalle: "Roma traditoribus non praemiat", Roma no paga traidores y Mariano es un traidor a los votantes que hace tres años confiaron en él porque prometió un país más próspero y mejores condiciones de vida. Desde hace ya bastantes meses, las encuestas se encargan de dejarle bien claro que los ciudadanos le piensan pasar factura por sus incumplimientos, sus mentiras y sus pertinaces tomaduras de pelo. Y que cuando las urnas lo derroten, nadie en Europa querrá ver más su tétrico careto de obediente funcionario.

En ese remedo de debate al que hemos asistido esta semana en el congreso no estaban todos los que son, y tanto Pedro como Mariano lo sabían muy bien. Por mucho que se marcaran el mismo rollo del que sus partidos llevan viviendo los últimos treinta y cinco años, en virtud del cual las dos fuerzas políticas mayoritarias jugaron todo el tiempo a simular que se atizaban de lo lindo para luego acabar siempre repartiéndose el pastel en la trastienda.


Pero eso ya no es así. El uso perverso de la legitimidad democrática permite que actos como este debate del Estado de la Nación, de cuya resaca no consigo reponerme, se celebren aunque no interesen prácticamente a nadie. Según los sondeos, el cuarenta por ciento de los ciudadanos piensa votar a dos formaciones políticas, Podemos y Ciudadanos, que a día de hoy aún son extraparlamentarias. Hace tres años largos ya que venimos gritando por las calles que los que ocupan la sede de la Carrera de San Jerónimo "no nos representan", tres años largos, casi cuatro, en los que la indignación ha fermentado y han aparecido etiquetas otrora impensables que amenazan con hacer trizas la manera de entender la politica hasta ahora y sus lentas y anticuadas reglas del juego.

Por muy legitimados que estén, y nadie discute que lo están, algunos de los políticos que deambulaban estos días por los pasillos del Congreso parecían muertos vivientes. O peor aún, muertos que no saben que lo están. Se les acaba el contrato para continuar sentados en sus cómodos escaños y muchos no saben qué va a ser de sus vidas. Pensando en el plan "B" debían estar, o jugando al Candy Crush, cuando los representantes de los partidos minoritarios empezaron a poner algo de sal y pimienta en el ambiente. Como siempre, los no bipartidistas fueron los que más verdades le cantaron a este estrábico barquero quien, para replicarles, recurrió sin pudor al desprecio y al ninguneo

- Son ustedes muy pocos, le dijo al joven Alberto Garzón, portavoz de IU.

¡Qué perdido está el pobre! Sabe que en esa pantomima de debate no estábamos representados todos y sabe, porque se le nota en su histeria, que él y los suyos no nos representan ya. Pero él... ¡dale que dale! Y a todo esto, Pedro Sánchez al rebufo. Los sondeos le atribuyen al espigado líder socialista la victoria en el debate, pero de un debate en el que ha pretendido llenar un hueco que él sabe que ya no le corresponde. Tanto a Sánchez como a Mariano, como al PSOE y al PP, los partidos que ambos encabezan, se les ha acabado el recreo. Game over. Tocan otros tiempos y otros estilos.


J.T.


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