sábado, 5 de octubre de 2013

"Malaya" o la benevolencia con los ladrones


La corrupción marbellí es la expresión casposa y grosera de una generalizada manera de entender la gestión de lo público.

Hubo implicados en el “caso Malaya” que llegaron a utilizar bolsas de basura para esconder el producto de su rapiña, otros eran claro reflejo de la España más cañí, había también burdos trileros metidos a promotores inmobiliarios, caras habituales de la prensa del corazón y hasta ex futbolistas. 

Esa foto de todos ellos juntos mientras este viernes escuchaban la benévola sentencia es muy elocuente. Lo mejor de cada casa ahí juntito. Una colección de caraduras impresentables sabedores de que lo mejor que te puede pasar cuando te lo has llevado crudo es que, si te han de trincar, que lo hagan cuanto antes.

Estar en manos de la justicia es casi un salvoconducto. Te pones a su merced y esperas, esperas, esperas…

El asunto se desinfla, se vuelve añejo, aparecen nuevas corrupciones y escándalos todavía más gordos que hacen que los medios se olviden de lo tuyo… y así, cuando siete años y medio después llega la indulgente sentencia, la gente se ha cansado de despotricar contra ti, si es que no se ha olvidado hasta de tu cara, a pesar de que en tiempos llegaras a estar en las primeras páginas de los periódicos y en todos los programas basura y no basura de la televisión.

Como “la justicia ha hecho su trabajo”, todos contentos. Aunque los multen con menos dinero del que robaron y les condenen al mismo tiempo de cárcel que la madre que se lleva cuatro yogures sin pagar del supermercado para que su hijo no se muera de hambre.

Muchos de los condenados en el “caso Malaya” no volverán a la cárcel. El tiempo preventivo que se
tiraron entre rejas ya les cubre la pena. Y los que regresan al trullo, en unos pocos meses estarán
disfrutando de permisos de fin de semana en los que irán vaciando poco a poco las bolsas de basura que llenaron de dinero y que consiguieron salvar de la quema.

"Estoy jodido pero contento” decía Tomás Reñones al saber que le caían cuatro años. Esperaba el doble. O el triple. Como Marisol Yagüe, a quien el marrón de cuatro años debió parecerle tal minucia que no pudo evitar que la fotografiaran descojonándose a la salida de la Audiencia. O como la “aturdida” y controvertida Isabel García Marcos… Otros muchos se marchan de rositas y hasta el gran capo Juan Antonio Roca puede llorar con un ojo.

Parece como si la Audiencia Provincial de Málaga hubiera querido quitarle el trabajo al nazareno de la ciudad, que cada Semana Santa indulta a un preso.

Puede suspirar aliviado todo ese listín telefónico de presuntos corruptos que se encuentra en nuestro
país a la espera de juicio. Todos esos que nos han dejado España hecha unos zorros, los que nos han
buscado la ruina a los pringaos de a pie que, víctimas de sus robos a manos llenas, nos vemos ahora obligados a pagar los platos rotos.

Austeridad, predican los muy mamones… ¡Pero si basta con que los ladrones devuelvan lo robado! 

La deuda que actualmente tiene el ayuntamiento de Marbella es menor de lo que robaron los “malayos”. No creo que sea muy aventurado aplicar la misma regla a la deuda española. Sea en bolsas de basura o en paraísos fiscales, basta con que lo devuelvan. Ni reforma laboral, ni recortes ni
gaitas. Que devuelvan la pasta y ya verás qué pronto salimos del hoyo.

Y los ladrones, por supuesto, todos a la cárcel. Para benevolencias e indultos ya tenemos al nazareno malagueño.

J.T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario