R. Murdoch y su recién detenida mano derecha
La promoción del llamado kiosco digital (posibilidad de consultar decenas de periódicos y revistas en tableta digital por un módico precio) ha coincidido en el tiempo con el descubrimiento de toda la bazofia en la que se mueve el emporio mediático Murdoch y que este domingo ha desembocado en la detención de Rebecca Brooks, mano derecha de ese magnate que cuenta entre sus asesores con un tal José María Aznar González.
Por si el periodismo impreso no andaba ya suficientemente cuestionado aparecen estos días, y a la vez, dos lacerantes rejonazos: los vergonzosos métodos de trabajo de ejecutivos periodísticos sin escrúpulos por un lado y por el otro la irrupción de opciones tecnológicas que ponen en cuestión la necesidad del papel impreso para informarse.
Busco a conciencia, en los periódicos que aún sobreviven, argumentos que justifiquen la necesidad de comprarlos y se me ocurre que parecen empeñados en quitarnos las ganas a los incondicionales que aún insistimos en acudir cada mañana al kiosco.
Lo que cuentan los periódicos es cada vez más previsible y mucho menos interesante. Uno tras otro, busco temas propios por los que interesarme, reportajes, opinión, investigación, y llego hasta las páginas de deportes y televisión si haber encontrado nada.
Hago un segundo repaso. No, no me he equivocado. Temas propios: cero; reportajes: cero; opinión: sesgada; investigación (cuando la hay): inducida y torticera.
La parábola de la debacle la simboliza el turbio asunto Murdoch. Y el reconocimiento del fracaso lo evidencia la promoción del kiosco digital. El papel prensa parece tocado de muerte. Y en cuanto a los contenidos alguien, digo yo, tendría que hacer algo para que tanta tecnología no acabe ahogando lo que es la esencia del periodismo: ir a los sitios, ver lo que pasa y tomar buena nota para contarlo después lo mejor posible.
El periódico de ayer, nos decían en la facultad, sólo sirve para envolver el pescado de hoy. Ya ni eso.
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