Han pasado ya cuatro días y somos muchos los que aún estamos digiriéndolo, muchos también quienes, entre la estupefacción y el desencanto, hemos vivido el pasado fin de semana intentando acabar de procesar lo que sucedió el pasado jueves cuando se conocieron las impúdicas conversaciones entre Koldo, Ábalos y Cerdán ¡Grabaciones de años! Han sido muchas las cosas que han saltado por los aires desde que Pedro Sánchez optó por humillar públicamente a quien fuera su hombre de confianza durante una década larga (“no debimos confiar en Santos Cerdán”) y comunicó al mundo que, así cayeran chuzos de punta, él continuaba para bingo, que hasta el año veintisiete no habrá elecciones.
No va a poder ser y él lo sabe, por lo menos no va a poder ser como a él le gustaría, limitándose a continuar tirando de un ya marchito manual de resistencia. Las prácticas corruptas (presuntas) de sus dos secretarios de organización han roto los esquemas hasta a los más incondicionales, no se puede estar huyendo hacia delante toda la vida basándose en que actuar como dique de contención de la ultraderecha supone un seguro de vida para el Gobierno de coalición que ninguno de sus apoyos se atreverá a despedazar. No le va a bastar con promover una auditoría y remodelar la ejecutiva porque quienes lo mantienen en el poder empiezan a dejar claro que ya está bien, que hasta aquí hemos llegado.
Los socialistas se empeñan en repetir que la deslealtad y las prácticas corruptas (presuntas) de Cerdán y Ábalos son solo un asunto de partido. Pero vamos a ver, ¿de verdad se piensan que todos somos tontos? Como hasta ahora Sánchez ha ido saliendo más o menos airoso de las arremetidas fascistas, parece como si el apoyo del que ha gozado por parte de quienes lo hicieron presidente le hubiera hecho perder la perspectiva y no pisar tierra firma. Que frente a Sánchez solo exista un inútil como Feijóo o un impresentable como Abascal no te blinda por los siglos de los siglos.
Esta vez no se puede limitar a dejar pasar los días y que el temporal escampe. Esta vez hay que actuar con contundencia, transmitiendo un coraje y una determinación que la ciudadanía está necesitando con urgencia para poder mantener una cierta esperanza y no perderle al Gobierno el poco respeto que algunos aún le tienen. Alguien le tiene que decir al presidente que se ha acabado eso de dejar languidecer los asuntos espinosos, que hay coger el toro por los cuernos y dejarse de tibiezas.
El caso de Cerdán y Ábalos, las conversaciones que les grabó Koldo hablando de papeletas amañadas y de comisiones, ha venido a sumarse a la estrategia de acoso y derribo con la que las derechas nos torpedeaban cada lunes desde hace semanas y cuya intensidad había aumentado en los últimos días hasta desembocar en la explosión del pasado jueves que, mire usted por dónde, parece haber pillado con el pie cambiado hasta a Feijóo, que debía tener el hombre su hoja de ruta ya pactada con todos “los que pueden hacer e iban haciendo” sin contar con un regalo que, desde el 12 de junio, ha acelerado el pulso de la vida política y ciudadana.
Lo que sucedió el jueves “ha modificado la pantalla”, en palabras del lehendakari Imanol Pradales; “hay que resetear”, proclamó Yolanda Díaz; “si se confirman las informaciones, cambiaría el rumbo de la legislatura”, afirma Ione Belarra; si no es un caso aislado, declaran en ERC, no se podrá contar con ellos. En resumen: queda mucha tela por cortar.
Hay muchos corazones de izquierdas rotos estos días, gentes que han trabajado por mejorar este país, que han votado a quienes ahora gobiernan y que ven cómo todo se puede ir al carajo porque, en el partido presuntamente de izquierdas que llegó al poder abanderando la regeneración democrática, hay quien se lo lleva crudo certificando para nuestra desgracia que el bipartidismo funciona en claves para las que da igual que sea el PSOE o el PP quien presida el gobierno.
Todo esto pide bisturí ya, nada de medias tintas, tomar decisiones en las que la ciudadanía pueda confiar. Si tanto se empeñan Sánchez, Bolaños, López y compañía en precisar que el terremoto Cerdán es un asunto de partido, ¿por qué no hacen como el PNV y deslindan partido de gobierno? ¿Por qué en esa nueva ejecutiva que anuncian no apuestan por un secretario o secretaria general diferente a quien ocupe la presidencia del Gobierno? ¿Por qué Pedro Sánchez no deja de marear la perdiz y se somete a una cuestión de confianza?
Creo que no le quedará más remedio que hacerlo. De lo contrario, cada minuto que transcurra funcionará en contra, no ya de sus intereses y los de su partido, sino de quienes, aún abochornados, aspiramos a encontrar la manera de cortarle el paso a las derechas y dejar de desayunarnos cada mañana con un nuevo sobresalto. Esto ya no es resistir. Es agonizar. Con la respiración asistida de la derecha catalana, por cierto.
J.T.
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