domingo, 30 de octubre de 2016

¿Echará el PSOE a Zaida Cantera y Margarita Robles?

Me pongo en la piel -salvando todas las distancias, claro está-, de Zaida Cantera o de Margarita Robles, y me las imagino preguntándose a sí mismas qué necesidad tenían ellas de estar metidas en este lío. Dos independientes en un partido convertido en una jaula de grillos donde, tras ejecutar un golpe de estado, las nuevas “autoridades” se empeñan en obligarlas a votar en contra de sus ideas. A abstenerse para que la derecha pueda gobernar. Si intentaron meterles miedo pincharon en hueso. A estas alturas de mi vida, como comprenderéis, no temo nada, declaró Margarita Robles minutos antes de votar “no” a Rajoy desobedeciendo así las directrices de su grupo parlamentario.
Parece obvio que, con sus trayectorias personales y profesionales, estas dos diputadas que el PSOE incluyó en sus listas como independientes, no tengan por qué aguantar según qué presiones… a estas alturas, como diría Margarita Robles, una prestigiosa magistrada que se conoce muy bien tanto los entresijos del mundo judicial como los del ministerio del Interior, donde fue secretaria de Estado entre 1994 y 1996, años duros aquellos. La comandante Zaida Cantera, por su parte, conoce también muy bien otros siniestros entresijos: el lado oscuro del mundo militar, del que se marchó tras conseguir encarcelar a un superior por acoso sexual. Al aceptar convertirse en diputadas, ambas habían apostado por un proyecto que se creyeron, decidieron pelear por él hasta que un buen día, sin comérselo ni bebérselo, se encontraron metidas en una especie de cuadrilátero de boxeo, en un ring donde todo el mundo se daba de tortazos sin compasión. Y ellas en medio, convertidas de pronto en fichajes del “proscrito” Pedro Sánchez. Fueron elegidas “a dedo”, se han encargado ya de señalar en público singulares personajes como José Luis Corcuera.
Salvando las distancias como decía, creo que conozco la sensación que en estos momentos deben tener tanto Cantera como Robles. En cierto momento de mi vida me creí un proyecto sindical porque su secretario general me convenció de que merecía la pena intentar promover una estrategia de comunicación solvente y, apenas me senté en el sillón de responsable de prensa de UGT Andalucía, me empezaron a llover palos por todos lados... pero desde dentro de la organización. Desde el primer día y empezando por los miembros de la propia Comisión Ejecutiva, no pararon ni los palos en las ruedas ni las chinas en los zapatos. Todo fueron vetos, desautorizaciones y desconfianzas. No era de los suyos y no iba a venir un intruso a decirles cómo tenían ellos que hacer las cosas.
Tardé poco tiempo en darme cuenta que me querían solo como coartada de puertas hacia fuera, para intentar contrarrestar ataques mediáticos y poder decir que tenían a alguien que disponía de toda la cancha para “revolucionar” el estilo de comunicación del sindicato. Era mentira. Funcionaban como una secta implacable, eran decenas, centenares de liberados que no querían que nada cambiara y dispuestos a matar antes de verse obligados a volver a su puesto de trabajo de siempre. Se peleaban entre ellos con verdadera saña, poniéndose a parir sin misericordia. Unos buscaban tu complicidad y otros intentaban pegarle a sus rivales patadas en tu culo. Una casa de lenocinio y perversión, vamos. Duré poco, lógico.
Por eso creo que soy capaz de imaginar, salvando las distancias repito, cómo deben estar sintiéndose estos días Margarita Robles y Zaida Cantera. No podían hacer otra cosa que votar “no” a Rajoy. Y quizás ahora no puedan hacer otra cosa que marcharse a sus casas, veremos. A veces cuesta tiempo darse cuenta que te has metido en una secta donde los intereses de quienes llevan decenios viviendo de ella no tienen nada que ver con los tuyos. Llegas pensando que han contado contigo porque de verdad quieren cambiar las cosas y acabas descubriendo que solo cambiarán, o quitarán de en medio, aquello que consideren una amenaza para la continuidad de su chollo. No eres de su familia, no te quieren, les jode tu independencia y que puedas ganarte la vida sin necesidad de tragar sapos infumables.
En el sindicato, al menos los cargos orgánicos tienen un puesto de trabajo al que volver aunque sea a regañadientes; en el partido muchos ni eso. O la conspiración, o el INEM. O las puertas giratorias, claro.
J.T. 

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