Isabel Perelló, presidenta del Consejo General del Poder Judicial, es “de perfil progresista” según aseguraron cuando fue elegida la mayoría de colegas expertos en información de Tribunales. O al menos así les titularon las crónicas los redactores jefes de sus respectivos medios.
Pues menos mal.
A esta catalana de Sabadell que creció en Galicia y ejerció en Baleares, Catalunya y Andalucía antes de desembocar en esa olla a presión llamada Madrid, algo debieron verle sus colegas del Supremo cuando recaló en este Tribunal como magistrada hace ya dieciséis años para que acabara etiquetada como jueza progresista. Igual, sencillamente se trataba de que no era tan facha como la mayoría de ellos.
Pues menos mal.
Porque el pasado viernes, la presidenta Perelló no se cortó un pelo a la hora de poner a caldo al presidente Pedro Sánchez, otro que también dosifica su porcentaje de progresismo según por dónde sopla el viento, quien cuatro días antes había tenido la ocurrencia de afirmar que hay jueces que hacen política, algo que, como todo el mundo sabe, es absolutamente falso, un escarnio intolerable.
En la siniestra, tétrica y lúgubre sala donde se celebró la apertura del año judicial, -de tanatorio la ha calificado Juan José Millás- con el monarca y el Fiscal General del Estado a su lado, Perelló dijo que “resultan totalmente inoportunas y rechazables las insistentes descalificaciones a la justicia, provenientes de los poderes públicos” porque “socavan de forma directa la confianza en la Justicia, al tratar de influir negativamente en la consideración ciudadana de los jueces”.
Insisto. Menos mal que es “de perfil progresista”.
Nada de criticar las manifestaciones y huelgas de togados de principios del pasado mes de junio, al contrario, le leyó la cartilla al ministro Félix Bolaños a propósito de cómo han de ser las reformas relativas a la carrera judicial. Por supuesto, nada de reconocer que hay jueces cuyas actuaciones son, como mínimo, arbitrarias, caprichosas y desestabilizadoras.
¿Corporativismo? ¡Qué va, cómo se nos ocurre! A todo esto, sobrevolando en la sala durante toda la ceremonia, la surrealista situación judicial del mismísimo Fiscal General del Estado, procesado por presunta revelación de secretos, una caza de brujas en toda regla, valoración de la Unión Progresistas de Fiscales con la que estoy de acuerdo, que criminaliza el funcionamiento normal de la institución. Ni una palabra de la “progresista” Perelló tampoco para Álvaro García Ortiz.
La atmósfera en la sala donde se celebró el acto debió estar bien cargadita. Si por lo general se trata de recintos que nunca se sacaron de encima el olor a alcanfor y naftalina, me temo que ahora también huelen a podrido.
J.T.
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