Leopoldo Calvo Sotelo fue un presidente efímero y de transición, pero durante el tiempo que estuvo en La Moncloa le dio tiempo a dejarnos para siempre una herencia de enorme calado: con nocturnidad y alevosía fue el encargado de meter a España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 30 de mayo de 1982.
domingo, 26 de junio de 2022
Anfitriones de la OTAN
Leopoldo Calvo Sotelo fue un presidente efímero y de transición, pero durante el tiempo que estuvo en La Moncloa le dio tiempo a dejarnos para siempre una herencia de enorme calado: con nocturnidad y alevosía fue el encargado de meter a España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 30 de mayo de 1982.
sábado, 25 de junio de 2022
Carta a Antonio Caño
Muy señor mío,
Me alegraré que al recibo de la presente se encuentre bien. Yo, fatal, después de leer el tuit que lanzó a los cuatro vientos el pasado martes.
Me gustaría llamarlo respetado colega, pero mucho me temo que colegas no somos y en cuanto a respeto, por mucho que le tenga parece que es usted quien se empeña en no tenérselo ni a sí mismo ni a la profesión periodística.
Fue muy duro seguir queriendo El País durante el tiempo en que estuvo usted al mando de ese barco (4 de mayo de 2014 a 8 de junio de 2018), fue necesario un esfuerzo extra para acercarse al quiosco durante esos años y seguir comprándolo, fue cada vez más complicado no acabar cabreado tan solo ojeando los titulares, no digamos ya cuando entrábamos en los textos, sobre todo en los editoriales y artículos de Opinión, sección esta a cuyo frente se encontraba un señor apellidado Torreblanca de cuyo nombre preferiría no acordarme.
Aunque su infame tuit del otro día se difundiera a los cuatro vientos a la velocidad de la luz, con su permiso me haré eco de él también aquí, y así lo inmortalizamos un poco más: “Hace cuatro años, intentamos evitar desde El País el pacto de Sánchez con populistas y separatistas porque creíamos que eso era malo para la izquierda y para España. No nos creyeron”, escribió usted textualmente.
En el tuit no se defendía, como luego pretendió matizar, el derecho de un periódico a manifestar libremente sus opiniones y su vocación de orientar a los lectores, sino que admitía la intención de meter cuchara descaradamente (“intentamos evitar”) en la cocina política porque al parecer no le acababa de gustar el mecanismo constitucional que permite triunfar a una moción de censura.
Digo esto porque, al hablar en su tuit de “hace cuatro años”, deduzco que se refiere usted al momento en que tuvo lugar la moción de censura contra Mariano Rajoy, cuando Pablo Iglesias y Marta Pascal consiguieron, una vez convencido el PNV, que Pedro Sánchez sumara los votos necesarios en el Parlamento para ser elegido presidente el 1 de junio de 2018.
En el editorial que El País publicó al día siguiente -¿recuerda?- podía leerse textualmente:
“Para censurar a Rajoy y sustituirle al mando del Gobierno, Sánchez ha necesitado reunir fuerzas muy dispares e incoherentes entre sí… Y al rechazar legitimarse mediante unas elecciones anticipadas, se ve obligado a hacerlo por el ejercicio inteligente de una acción de gobierno prudente y capaz al frente de un Gobierno de acreditado prestigio y solidez… En el diseño del Gobierno, el nuevo presidente no puede pretender satisfacer a la heterogénea coalición de 180 diputados que le han dado su apoyo. Como muchos de los representantes de los grupos sostuvieron en la tribuna al justificar su voto a Sánchez, con él expresaban el deseo de ver a Rajoy fuera de La Moncloa, no un apoyo explícito al programa presentado por el PSOE”. En el texto no se podía disimular la frustración del periódico por no haber podido “evitarlo”.
Una semana después, el día 8 de junio, era usted relevado como director del diario del Grupo Prisa.
Acababa así una etapa repleta de momentos memorables como aquel ignominioso editorial de finales de septiembre de 2016 que pasará a la historia como ejemplo de qué no tiene que ser el periodismo. En ese editorial se llamaba “insensato sin escrúpulos” a Pedro Sánchez varios días antes de que su propio partido lo acabara defenestrando, montara una gestora y convirtiera a Mariano Rajoy en presidente del Gobierno.
Me va usted a permitir que deje aquí constancia, para quien no lo recuerde, que este fue el remate de una insidiosa campaña llevada a cabo por su periódico contra el entonces secretario general del PSOE. No se trataba del ABC ni de La Razón, no: se trataba de El País, que desde que se conocieron los resultados de las elecciones generales repetidas en junio del 16 llegó a dedicar -¿se acuerda?- ¡42 portadas y 26 editoriales! al líder socialista para “convencerlo” de votar un gobierno PP.
Es decir, que esa presión, que ese “intentar evitar” no fue solo “hace cuatro años”, sino prácticamente durante todo el tiempo en que usted estuvo al frente del periódico. Claro que a su favor quizás haya que decir que después de marcharse usted, las colección de perlas que ese diario ha continuado dedicando al Gobierno de coalición y a sus miembros, sobre todo a los de Unidas Podemos, desde que este se constituyó en 2020, tampoco tienen desperdicio. Pero sigamos con lo suyo para abreviar e ir rematando:
En otro tuit escrito por usted para defender el contenido del que abrió la caja de los truenos y encendió la polémica en las redes, tuvo la desfachatez de comparar su trabajo con el del New York Times cuando el periódico estadounidense “intentó evitar, ejerciendo influencia política” que Donald Trump fuera elegido presidente de los Estados Unidos.
Si le parece, esto mejor ni lo comentamos, ¿o está usted intentado equiparar el trabajo del NYT con los empeños ultraderechistas de aquí por expulsar a Sánchez de la Moncloa desde el mismo instante en que este formó gobierno con Unidas Podemos, ¿está usted intentando poner al mismo nivel evidenciar la peligrosidad de Trump y los intentos en España, que haberlos húbolos, de propiciar un gobierno de concentración en los tiempos más duros de la pandemia?
Inasequible al desaliento, ahí sigue usted dando la matraca, ahora en el ultraderechista “The Objective”, con su cantinela de siempre: “Con Pedro Sánchez como secretario general, escribía el pasado 15 de mayo, nadie puede garantizar el compromiso del PSOE con la estabilidad del sistema político”.
En fin…
Sin más que añadir por la presente, le saludo atentamente.
J.T.
sábado, 18 de junio de 2022
La Sexta ¿Más periodismo o más de lo mismo?
Hay mucha gente aún que sigue creyendo que La Sexta es de izquierdas. Deshacer el equívoco no es tan fácil porque durante un tiempo dieron el pego, consiguieron que esa idea pasara a formar parte del imaginario popular y algunos detalles sueltos en la programación parece que les permiten seguir manteniendo viva la coartada de que entre Antena Tres y ellos hay un abismo. Pues no señor, no lo hay. Por mucho que repitamos que los dueños de ambas cadenas son los mismos, da la impresión de que al común de los mortales le cuesta creérselo.
domingo, 12 de junio de 2022
La Andalucía de la que no se habla
Es verdad que las matemáticas no son mi fuerte, pero de sumar y restar todavía creo que me acuerdo. Veamos: si el medio millón de andaluces que nunca votaron a las derechas y se quedaron en casa en diciembre de 2018 movieran el culo el 19 de junio y fueran a votar como está mandado, a lo mejor Juanma Moreno se llevaba una sorpresita y el PP acababa mordiendo el polvo, ¿no?
sábado, 11 de junio de 2022
Andalucia entre debate y debate
No le suelen gustar los debates electorales a buena parte de los políticos porque se les acaban viendo demasiado las costuras. Por eso es higiénico e imprescindible que se celebren. Hay expectación en Andalucía por saber cómo se desarrollará el segundo encuentro entre los seis aspirantes a la presidencia de la Junta, previsto para el lunes día 13 y organizado en esta ocasión por la televisión autonómica. Lo que suceda allí puede que tenga mayor repercusión en los resultados del 19-J de lo que en un principio se pensaba.
sábado, 4 de junio de 2022
Andalucía. Predicar en el desierto
La lucha nunca es estéril pero hay veces en que, por mucho que se labre la tierra, la cosecha resulta escasa. Esa es la sensación que me produce la cercanía de las elecciones andaluzas, en cuya campaña acabamos de entrar de lleno y cuyos resultados para las izquierdas no parecen nada halagüeños. Dos semanas para despejar incógnitas, dos semanas quedan para acabar de deshojar la margarita y por ahora los “hechos objetivos”, expresión esta tan familiar para algunos de mis amigos de siempre, no permiten ser nada optimistas. Pensar lo contrario a estas alturas sería pura ingenuidad.
La conjunción astral presagia la catástrofe para los avances sociales y laborales en Andalucía, para la mejora de la calidad de vida de quienes peor lo pasan, pero a las formaciones políticas que tendrían que estar trabajando sin descanso para evitar la irrupción del fascismo en el gobierno de la Junta, los vemos ahí melifluos e impotentes, sin capacidad para evitar la llegada de una tormenta rabiosa cuyas nubes negras aparecen ya en el horizonte presagiando sin remedio una correlación de fuerzas inimaginable hasta hace pocos años. Los truenos hace meses que se escuchan, ruidosos y amenazantes, y los rayos feroces que de vez en cuanto vemos partir en dos el cielo de Andalucía, a mí me parten directamente el alma.
¡Qué larga y desesperante se va a hacer esta campaña electoral! ¿Habrá algo más insulso que una campaña electoral, algo más tedioso para los profesionales de la información que tener que cubrir los actos de los candidatos y dar cumplida cuenta de las obviedades y lugares comunes que sueltan? Además, siempre con el cronómetro en mano para que el tiempo dedicado a cada partido sea proporcional al porcentaje de escaños sobre el total que ocupan en el Parlamento. Eso no solo no es periodismo sino que, en casos como el de Ciudadanos, acaba siendo surrealista. ¿De qué les va a servir a los pobres el tiempo que van a aparecer en pantalla si sus votos se los van a acabar repartiendo entre el PP y Vox?
Como las izquierdas en Andalucía parecen empeñadas en despedazarse ellas mismas las unas a las otras, no seré yo quien contribuya a echar leña a ese fuego. Solo diré que en la medida en que los enfrentamientos son más públicos y resultan más patentes, más se frotan las manos en los cuarteles generales del fascismo.
Y del perfil bajo que mantienen los socialistas, ¿qué me dicen? El candidato Juan Espadas es una mala copia de Ángel Gabilondo. Sus mensajes no llegan nada más que a los convencidos de siempre, no confronta, no agrede, no ataca… confiado él y los suyos en el suelo con el que cuentan. Un suelo cada vez más movedizo e insuficiente como se demostró en Madrid, pero con una pequeña diferencia: lo que viene ocurriendo en Andalucía desde hace 40 años ha tenido siempre un cierto carácter premonitorio con respecto a los resultados de las elecciones generales que se han celebrado después.
Esta manera de comportarse de los socialistas, unas veces autosuficiente y otras más bien “pasota”, a mí solo me cuadra si responde a algún plan oculto de Sánchez y su sanedrín, porque el desastre posible lo conocen mejor que nosotros. Lleva Pedro jugando al póker desde que sus hermanos de leche lo mandaron a los infiernos en octubre de 2016. Desde que resucitara poco después hasta ahora, casi cinco años ya, navega con el viento de cara sorteando oleajes amenazantes y tormentas imposibles. Pero mucho me temo que con Andalucía no le va a salir bien. Como escribía Ricardo Dudda hace unos día en El País, “al Psoe le ha venido bien en el pasado el crecimiento de Vox, aunque mucho menos de lo que esperaba. La estrategia de convertirlo en enemigo público número uno es poco sostenible en el tiempo y está llena de riesgos: quizás vences a tu adversario en el barro, pero acabas tragado por él.”
Por otra parte, parece existir un objetivo en el que coinciden PP y Psoe: hacer desaparecer a Unidas Podemos del mapa para siempre, que dejen de incordiar de una vez, algo en lo que hasta esa mosquita muerta llamada Joan Balldoví parece coincidir a tenor de la invitación pública que hace pocos días hizo a Pablo Iglesias: a ver si se está calladito, llegó a decirle a María Galán en una entrevista para Nius. Con compañeros de viaje así, Feijóo y Sánchez tienen el trabajo hecho y tanto Vallés como Ferreras o Ana Rosa Quintana la carnaza servida en bandeja.
Hablábamos antes de la inacción del Psoe: ¿cuántos votantes de la izquierda quedan por movilizar contra el crecimiento de la ultraderecha?, se preguntaba alguien el otro día. A lo mejor resulta que no es tanta la inacción y que todo lo que está sucediendo anda pactado de antemano para resucitar el bipartidismo con la coartada de que se trata de la única manera posible de frenar al fascismo. Capaces son. Por eso todas las voces de alarma que se den para desenmascarar esta posible jugada serán pocas; como decía al principio, la lucha nunca será estéril aunque la cosecha a veces resulte escasa. Por mucho que parezca que se predica en el desierto, siempre hay alguien escuchando.
J.T.