Duran i Lleida desayunando en su habitación
del hotel Palace de Madrid, su "bar" particular
El católico Duran i Lleida, como tantos otros políticos como él, cuando huele elecciones se pone las pinturas de guerra, se olvida de la caridad cristiana y se aferra a cualquier proclama con la que él crea que puede conseguir un voto más.
El comedido Durán i Lleida, como tantos otros comerciantes como él, se traviste en época electoral. O quizás es cuando saca su verdadera cara. Cuando sale del armario.
Ahora ha sido con esta gilipollez, pero la verdad es que da igual con qué. Cada tanto, y últimamente con sospechosa frecuencia, los andaluces solemos ser objeto de ataques por parte de políticos de derechas que abrevan en el resto de España. Políticos, o lo que sean que, para difamarnos, suelen emplear “perchas” muy variadas: “subsidiados” nos llaman, o incultos, o amantes de los bares, o vagos…
Ante ataques como los de Duran, como ante los de Artur Mas la semana pasada, o los de Aguirre, Mato y tantos peperos en otros momentos de infausto recuerdo, los políticos andaluces suelen limitarse a rasgarse las vestiduras y a protestar. Lo hacen de una manera tan tímida que parece que si se quejan es porque no les queda otro remedio.
Protestar así, ellos lo saben, no vale de nada ni para nada
¿Por qué?
Pues porque desmontar tópicos es un trabajo duro que precisa una planificación, una estrategia larga y concienzuda.
Porque ni la izquierda andaluza (bastante descafeinada últimamente, por cierto), que lleva 30 años seguidos gobernando, ni mucho menos la derecha de esta comunidad autónoma se han propuesto nunca en serio una política de imagen que permita conocer mejor, a quienes no viven aquí, la Andalucía cotidiana.
Nadie se ha tomado nunca en serio la marca “Andalucía” para venderla como se merece
Esto que escribo es una modesta reseña a vuelapluma, por lo que no pretendo precisamente desgranar ningún catálogo de méritos. Tampoco soy, ni me gustaría serlo, una portavocía propagandística de la consejería andaluza de Innovación. Así que, como se puede entender fácilmente, no voy a exponer aquí ningún prontuario de las “virtudes que nos adornan”.
Pero sí me gustaría que quedara clara una cosa: el trabajo que se hace en Andalucía en todos los ámbitos (educación, investigación, snaidad, etc…) no tiene nada que envidiarle al que llevan a cabo los vascos, los madrileños, los catalanes o los valencianos. Arrancábamos desde muy abajo y hemos acelerado bastante más que ellos. Y con resultados. Ellos lo saben, como nosotros sabemos también que ellos tampoco son, como se cuenta en tanto chascarrillo, las lindezas que les atribuyen en tanto tópico conocido y donde se les pone literalmente a parir.
Qué pena me da que, mientras nos ponemos a parir los unos a los otros, perdamos excelentes ocasiones de sumar fuerzas en los frentes más variados y así poder afrontar unidos tantas y tantas cosas que nos permitirían con mayor rapidez y eficacia intentar, y probablemente conseguir, comernos el mundo juntos.
Pero la derecha pepera española y la convergente catalana no parecen estar por la labor. Los de Duran y Mas han sido sólo los episodios más recientes. ¿Cuál será el próximo? Y mientras tanto los políticos andaluces, los unos y los otros, con cara de pasmo y sin saber qué hacer. Como siempre.
J.T.