Carezco de información suficiente para afirmar quién o quiénes son. Como también carecen de ella tantos infelices tertulianos de los que van vendiendo su honorabilidad por radios y teles a cambio de doscientas o trescientas lentejas, que diga euros, la sesión. Se les nota a la legua que no tienen ni idea. Desde luego Miguel Tellado tampoco es urdidor de nada; un personaje así, con cara de haberse llevado en su infancia la mayor parte de los tortazos que se rifaban en el recreo, solo puede aspirar a triste comparsa, a tonto útil dispuesto a repetir la consigna que le manden con tal de seguir en el sillón. En el ajo no está, seguro. Tampoco creo que mueva hilos la estirada Cayetana, ni la chillona Cuca, ni el mediocre Rafa Hernando. No, ellos no son la mano que mece la cuna de la crispación y el filogolpismo, no creo siquiera que les dejen entrar en los oscuros aposentos donde se traman las conspiraciones. Como tampoco le dan demasiada bola al resabiado Abascal, cada vez más desconfiado él con la cohorte que le rodea, de los que se va desprendiendo uno a uno apenas cree que le roban protagonismo. No, quienes calientan en el Congreso la bancada de la derecha y la ultraderecha son solo las doñas Rogelias o los Macarios de esos desconocidos e inquietantes ventrílocuos que no nos dejan vivir en paz.
¿A quiénes obedecen Peinado, Marchena, Larena, Escalonilla, García Castellón y compañía? Ya que no independientes, se les supone al menos personas instruidas y competentes, ¿cómo es posible pues que no les importe poner en juego su prestigio abriendo sumarios imposibles uno tras otro y dilatándolos en el tiempo hasta que no tienen más remedio que cerrarlos? ¿Qué está pasando aquí? No es posible que esto sea solo inquina contra Pedro Sánchez. La operación es sin duda de mucho mayor calado, a pesar de que buena parte de los componentes del Gobierno no son precisamente rojos peligrosos. Robles, Marlaska, Albares, López, Bolaños o Rodríguez no creo que molesten mucho a los amantes de lo políticamente correcto. Por no hablar de los cinco ministros de ese desacierto llamado Sumar, cuyos miembros se diluyen más cada día que pasa, al tiempo que desacreditan el verdadero sentido que ha de tener formar parte de un Gobierno de coalición.
¿Quién o quiénes son la mano que mece la cuna? ¿Acaso Felipe cuando declara que “Sánchez no gobierna, sino que se limita a estar en el Gobierno”? ¿Quizás Aznar cuando soltó aquello de “quien pueda hacer, que haga” abriendo así las compuertas de la insidia? ¿Qué saben estos ex presidentes que el común de los mortales no podamos saber? ¿A qué le temen? ¿Ante qué o quiénes se doblegaron para el resto de sus vidas? ¿Qué hicieron que no quieren que se sepa? ¿Qué les mueve, a qué aspiran? ¿Qué futuro es el que desean para este país? Cuando la ciudadanía les otorgó en su día mayorías absolutas para gobernar no eran como son ahora ¿O sí? Aznar ni siquiera se llevó bien con el viejo monarca, ¿por qué con el tiempo se ha convertido en el más cerrado defensor de la institución? Tanto González como él pactaron y se apoyaron alguna vez para gobernar en partidos nacionalistas cuyos postulados políticos eran los mismos que ahora vituperan, ¿qué ha cambiado entonces? ¿qué intentan tapar? ¿por qué hay tanto medio de comunicación, tanto periodista que compra este discurso? ¿dónde se cuecen los argumentarios desestabilizadores, quién los dicta, quién dictamina “propáguense”? ¿Se reduce todo a volver al “tranquilo” bipartidismo de hace años o hay detrás mucha más canela?
Parece claro que desde que nació Podemos hace ya más de una década, todo cambió para siempre. Quienes ahora trabajan para tenernos de los nervios (con los amorales Esperanza Aguirre y Miguel Ángel Rodríguez como mascarones de proa) se dieron cuenta ya por entonces que había que cargárselos como fuera si querían continuar chupando del bote. Lo que ocurrió lo conocemos bien, bombardeo infinito para acabar con Podemos cuanto antes pero con tan mala fortuna, ¡pobres!, que hete aquí cómo aún a estas alturas, los muertos que intentaron matar gozan de excelente salud. El ultra Jiménez Losantos, cuyo olfato nadie discute, así ha debido percibirlo cuando ha vuelto a alertar a sus huestes al grito de “¡Que vuelve Podemos!”. La verdad es que volver no vuelve, sencillamente porque ni sus ideas ni su presencia en las instituciones, por escasa que ahora sea esta, se fueron nunca.
Cada día que pasa vuelve a haber más gente que asume y valora la enorme importancia de los diagnósticos que Podemos puso en su momento sobre la mesa, los argumentos y los postulados que le hicieron irrumpir con la fuerza que lo hicieron en el panorama político de nuestro país. La inmigración, la vivienda, la tibia y asustadiza política internacional, la igualdad, el infinito poder de los bancos o la monarquía son solo algunos de los asuntos clave que continúan sin resolverse. Ni el PP ni el PSOE tienen interés en que esto suceda.
Sánchez y su gobierno, antes llamado de coalición, inquietan e incomodan más bien poco a la mano que mece la cuna de la crispación y el filogolpismo, pero aún así no se fían de él y quieren cargárselo. Como decía al principio, carezco de información para saber quiénes son y a qué aspiran. Lo único que sé es que no parecen tener ningún interés en dejarnos vivir en paz.
J.T.
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