domingo, 9 de noviembre de 2025

¿Se atreverán a condenar a una persona inocente?


Este jueves quedará visto para sentencia el juicio contra el Fiscal General del Estado. El día anterior, el tribunal tomará declaración a Álvaro García Ortiz, la caverna disfrutará al ver cumplidos sus sueños más húmedos y la patata caliente quedará en el tejado de los jueces que han de emitir la sentencia. ¿Se atreverán a condenar a una persona inocente? No olvidemos que el fiscal general está siendo juzgado por una supuesta filtración que, según todos los indicios, no cometió. 


No hay delito probado, ni filtración demostrada, ni intención maliciosa, ni beneficio personal. Hay, en cambio, una voluntad evidente de desgastar al cabeza visible de una de las instituciones más importantes del Estado y de disparar por elevación para que el Gobierno de coalición quede tocado. En la trastienda se encuentra el responsable de esta canallada, Miguel Ángel Rodríguez, el maestro del fango, el guionista en la sombra de esa musa del caos que mancha todo lo que toca, un amoral que justifica sus mentiras con el mayor de los desahogos argumentando que, como es periodista y no notario, puede mentir impunemente. 


Me niego a admitir que este señor, a quien por cierto ninguna asociación profesional de periodistas ha reconvenido por estas palabras, pertenezca al mismo oficio que yo. Periodistas son quienes han declarado en el juicio exhibiendo su buen hacer profesional y dejando testimonio de un trabajo impecable. Con absoluta rotundidad, han declarando que el correo electrónico cuya difusión se atribuye a García Ortiz, motivo por el que este se encuentra sentado en el banquillo, lo recibieron ellos mucho antes a través de una fuente que nada tiene que ver con el fiscal general. Se trataba de una información en la que se salía al paso de un bulo infame: la fiscalía nunca ofreció pacto alguno a González Amador para saldar sus cuentas con Hacienda, sino que fue el abogado de este quien lo solicitó, admitiendo en consecuencia que su cliente era un defraudador. Confeso.


Desde el momento en que declararon los periodistas José Precedo y Alfonso Pérez Medina, este juicio no da más de sí, si es que alguna vez antes tuvo sentido toda esta pornográfica performance. “Como no hay prueba directa de la filtración, ha escrito P. Medina en su cuenta de X, el proceso contra el fiscal general consiste en buscar las vueltas a los periodistas para ver si cometemos un desliz que deje al descubierto la fuente. De eso va este juicio”, precisa. 


Nunca se debió haber celebrado, el juez instructor tenía que haberlo archivado, pero unas derechas ansiosas por hincar el diente y morder con saña allá donde intuyen una mínima posibilidad de hacer sangre no lo podían tolerar. Unas derechas cada vez más ultras que no soportan pinchar tantas veces en hueso. Ni siquiera dentro de la propia Fiscalía hay consenso sobre la pertinencia de este juicio. Muchos lo consideran una vergüenza, una instrumentalización, una grieta peligrosa en la credibilidad del sistema. Y, sin embargo, el proceso continúa todavía esta semana, convenientemente alimentado por titulares y tertulias que celebran alborozados las tribulaciones del adversario. 


Todavía hemos de escuchar más testimonios de fiscales, peritos, periodistas, agentes de la UCO y, como broche final antes de dejarlo visto para sentencia, la declaración de Álvaro García Ortiz. El miércoles 12 la caverna tendrá la foto que tanto ha buscado: todo un fiscal general del Estado declarando como imputado ante el Tribunal Supremo. 


Me pregunto cómo demonios acabará esta película. Si resulta absuelto como ha de ser, ¿le pedirán perdón quienes le han hecho la vida imposible durante año y medio, quienes han puesto a prueba a diario su serenidad e intentado hundir su prestigio, quienes lo han equiparado con delincuentes, quienes han vociferado en radios, teles y periódicos reclamando que dimitiera, acorralándolo e insultándolo porque no lo ha hecho? Me viene a la memoria el momento en que el defraudador confeso origen de todo este embrollo se dirigió a él en el juicio asegurando que "le había arruinado la vida, matado públicamente, destrozado por completo” y continúo indignándome como la primera vez que lo escuché.  


¿Serán capaces de condenar a García Ortiz a pesar de que no existe ningún elemento que lo conecte con la filtración? Para no mancillar la credibilidad de nuestro sistema constitucional es indispensable, en palabras del magistrado Joaquim Bosch, que “la sentencia esté muy motivada, muy vinculada a las pruebas que se han practicado y que no genere ninguna duda sobre el papel de las instituciones del Estado”. Si lo condenan a pesar de que ha habido periodistas que, durante su declaración como testigos, han asegurado que su fuente era otra, habrán condenado sin pruebas. 


Pero no creo que esto suceda, ¿verdad? O sí.


J.T.

sábado, 8 de noviembre de 2025

Nacidos para crispar

En 2015 se fundaron dos diarios digitales de clara tendencia derechista, El Español y ok diario. Al frente de ellos, dos de los activistas disfrazados de periodistas que más daño le han hecho a la comunicación en España durante las últimas décadas, Pedro J. Ramírez y Eduardo Inda. Estos dos polémicos medios de controvertida financiación nacieron para crispar, para salir al paso del cambio que había experimentado la sociedad española tras el 15M, la aparición de Podemos, su éxito electoral en la convocatoria europea de 2014 y las buenas perspectivas que le auguraban los sondeos de cara a las elecciones generales. 



Había que parar eso y se pusieron a ello con todas sus fuerzas y con dinero detrás respaldando esa tarea. Diez años después, celebran por todo lo alto sus respectivos aniversarios con presencia mayoritaria en sus fiestas de representantes de una parte del espectro político. 


A medida que transcurrido los años, la agresividad editorial y los bulos contra los partidos de izquierda han ido incrementándose sin parar en ambos medios. También contra los socialistas, que en un principio pensaron que el lawfare practicado por estas cabeceras contra Podemos les beneficiaba. Ahora, la inquina que despliegan contra el Gobierno de coalición crece a medida que los políticos con los que simpatizan se muestran impotentes para descabalgar a un Pedro Sánchez que resiste a pesar de las andanadas que le propinan a diario. Imagino que no hace falta que les diga que el presidente no estuvo en las fiestas. Nuñez Feijóo no faltó, ni Abascal, ni tampoco Ayuso, ni otros presidentes autonómicos peperos que se deshicieron en elogios en sus respectivas cuentas de twiter, o de X, como se llama ahora.


Felicidades a ok diario por vuestro X aniversario y por defender un periodismo crítico, riguroso e independiente, pilares esenciales de nuestra democracia. Os deseo muchos años más de éxitos, ejerciendo con valentía el periodismo que fortalece la libertad”, escribió Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León. En un tiempo en el que opinar libremente incomoda a muchos, cumplir diez años informando sin miedo tiene aún más mérito”, fue la aportación de María Guardiola, la presidenta de Extremadura, con elecciones a la vista.


Aunque resulte repetitivo, insisto: ok diario, El Español y otros muchos digitales de los que nos ocuparemos en su momento nacieron para crispar. Si es esto lo que celebran llevan razón, lo han conseguido. Han enturbiado nuestra convivencia más de lo que estaba y han incrementado la polarización ciudadana. Pueden felicitarse por ello. Aunque su objetivo último, que es llevar la intolerancia, la desigualdad y la ausencia de derechos al Boletín Oficial del Estado de mano de los partidos políticos a los que apoyan y cuyas corrupciones ocultan, todavía no lo hayan conseguido.


J.T.

viernes, 7 de noviembre de 2025

Los periodistas tenemos la obligación de preservar nuestras fuentes


El periodista José Precedo durante su declaración como testigo 

el pasado 5 de noviembre en el juicio contra el Fiscal General del Estado.


El secreto profesional del periodista no es un capricho ni un privilegio. Está reconocido en el artículo 20 de la Constitución Española y en el 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. La protección de las fuentes es una piedra angular de la libertad de prensa. La declaración como testigo del colega José Precedo el pasado día cinco en el juicio contra el Fiscal General del Estado, quien está acusado de filtración de secretos, ha servido para recordar a todo el mundo la obligación que tenemos los periodistas de no revelar la identidad de quienes nos proporcionan una determinada información. 


“Tengo un dilema moral bastante gordo, expuso el director adjunto de eldiario.es, yo sí sé quién es la fuente de esta historia que no voy a decir por secreto profesional. Al Fiscal General del Estado se le pide cárcel, pero yo sé que es inocente porque conozco a la fuente y no es él.” Si las fuentes temen ser descubiertas, nadie hablará. Y si los informadores no tenemos quien nos cuente las cosas, acabaría por no haber denuncias, ni filtraciones, ni exclusivas sobre corrupción, ni verdades incómodas. Al final todo se quedaría en asépticas e insulsas notas de prensa. 


El caso Watergate sigue siendo la mejor prueba. Si Bob Woodward y Carl Bernstein hubieran revelado la identidad de “Garganta Profunda”, aquel alto funcionario del FBI que en 1975 les ayudó a destapar el espionaje de Richard Nixon, probablemente el presidente habría terminado su mandato tan tranquilo. Hasta que la fuente misma no decidió revelar su identidad 30 años más tarde, su nombre nunca se conoció. 


En España, este derecho ha estado en la cuerda floja demasiadas veces. En 2018, por ejemplo, la Guardia Civil requisó los móviles de dos redactores de Europa Press y Diario de Mallorca por una investigación sobre corrupción en el Ayuntamiento de Palma. Los tribunales acabaron dándoles la razón: el secreto profesional no se vulnera ni por la sospecha ni por la conveniencia, sentenciaron. Pero aun así, los dispositivos se requisaron, las fuentes se asustaron y el mensaje quedó claro: cuidado con contar demasiado.


El periodista que protege su fuente no está encubriendo un crimen; está defendiendo un principio, el mismo que mantiene viva la democracia. Sorprende que por lo general se admita sin demasiada dificultad que el cura al que un asesino le confiesa su crimen calle para siempre y en cambio al periodista que publica un escándalo se le presione para que revele sus fuentes, pero así es. 


La protección de las fuentes es un servicio público, por mucho que haya quien se resista a entenderlo. Los periodistas no son confidentes del poder, sino testigos que cuando saben de un abuso tienen la obligación de contarlo. Son los ojos del lector en los lugares donde el ciudadano no alcanza a mirar. Por eso deben poder prometer a quien les filtra documentos que no será delatado. Esa promesa es la garantía de que la información seguirá fluyendo aunque el poder intente taparla.


“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”, escribió Albert CamusCuando se le exige a un periodista que revele su fuente se le está pidiendo, en realidad, que se rinda. Que renuncie a la función de contrapoder. Lo contrario de lo que una sociedad democrática necesita para respirar. 


J.T.

jueves, 6 de noviembre de 2025

¿Reconciliación o recochineo?


No entiendo a qué viene lo del libro de Juan Carlos de Borbón. Sacarlo en este mes del cincuenta aniversario de tantas cosas rechina mucho ¿A quién beneficia? ¿O habría que preguntar a quién perjudica? Como eran pocos por aquí crispando y montando pollos sin parar, ha tenido que venir a parir sus memorias, justo por estas fechas, el fugitivo de Abu Dhabi. El abuelo dicharachero que no deja de coger aviones, de estar aquí cada dos por tres de médicos o de regatas, de llevar una vida de lujo y fantasía en los Emiratos y que encima tiene el cuajo de protestar porque su país al que tanto ha amado, por el que tantos esfuerzos ha hecho y tantos desvelos le ha causado no le paga una pensión. Al pobre.


Las frases que nos van entresacando de su libro escrito en francés, que esa es otra, resuenan a crónica bufa, a desahogada provocación de quien quiere volver a  meter cuchara como sea ¿A qué aspira, qué es lo que quiere ahora este Borbón que, para no ser menos que sus antepasados, decidió hace cinco años poner pies en polvorosa? ¿Por qué no nos deja en paz? ¿qué saca de continuar incordiándonos? 



Aquel día de agosto de 2020 en que salió huyendo de aquí sabía que eso manchaba para siempre su papel en la historia de España. Su imagen está por los suelos y el prestigio del que otrora gozó ni está ni se le espera. Así las cosas ¿quién le ha aconsejado que reaparezca justo ahora en las librerías y en la portada de “Hola”? ¿Qué rentabilidad tiene para él, o para esa institución monárquica que tanto asegura amar, hacerle reproches públicos a su hijo, verificar las malas relaciones con su nuera o no dejar tranquila a su mujer, a la que tanto ha humillado?


Para más recochineo, va y titula el libro “Reconciliación”. No me cuadra. Vamos a ver, si lo que quiere es regresar a España, como según parece ha reconocido en alguna declaración, ¿es esta la mejor manera? Aún resuena en nuestros oídos aquella frase pronunciada con aire cheli y altanero desde un coche en Sanxenxo: “¿Explicaciones de qué?” Fue la primera vez que volvió desde su espantá, cuando una periodista micrófono en mano “osó” preguntarle si pensaba dar explicaciones: ¿Explicaciones de qué? Está claro que vive en otro mundo y que se cree con derecho a todo. 


La explicación más benévola que se me ocurre para entender esta “reaparición” es que no quiere morirse por ahí, que quiere hacerlo aquí y está empezando a sentar las bases para cundo llegue el momento. Digo que esta es la explicación menos maliciosa que se me ocurre porque de lo contrario habrá que pensar que está tramando algo. Solo o en compañía de otros. Que en el libro ponga a parir al Gobierno de Pedro Sánchez, como nos cuentan quienes ya lo han leído, igual es una pista. Para volver necesita en el poder a los suyos y claro, son tan inútiles, están tardando tanto, que uno se impacienta. 


No hay manera, la caverna ataca por todos los frentes, con los árbitros a favor pitando penalties cada dos por tres y ni así hay modo de ganar el partido. Se están empezando a desesperar. Y claro, este emérito augusto, que de verdad se ha debido creer que solo gracias a él hay libertad y democracia en este país, igual ha pensado que lo que no consiguen jueces, periodistas ni demás estamentos volcados contra Pedro Sánchez lo va a tener que arreglar él. Como hace cincuenta años, porque esa es su perspectiva, o como aquel misterioso 23F en que salió inexplicablemente a hombros tras una histórica jugada plagada aún de todo tipo de interrogantes.


El abuelo Borbón en modo incordio a estas alturas es una prueba palpable más de que aquella "transición" tan bien ponderada por algunos fue un fracaso en toda regla. Aquí siguen los vestigios de la dictadura, con la monarquía a la cabeza; ahí sigue este jubilado de oro (sin pensión, eso sí) reivindicando ufano en su libro la figura de su padrino Francisco Franco. Reconciliación, dice. Ni a la hora de elegir el título ha dejado pasar la oportunidad de tomarnos el pelo. 


J.T.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Miguel Ángel Rodríguez no será notario, pero periodista tampoco



Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, compareció este martes ante el juez y, lejos de arrepentirse, se permitió la boutade de afirmar que sus infames invenciones eran perfectamente justificables porque él no es notario, sino periodista. Como periodista me siento profundamente ofendido. Este señor y yo no pertenecemos al mismo oficio. Hacer periodismo es difundir lo que tenemos verificado. Esa es nuestra obligación. Convertir el bulo en arma política y el insulto en estrategia de comunicación como hace MAR, es degeneración.


MAR fue portavoz del Gobierno de José María Aznar, aquel laboratorio donde se mezclaban ideología, soberbia y cinismo a partes iguales y donde, entre otras muchas fechorías, amenazaba a dueños de medios de comunicación sin cortarse un pelo. Desde que se conocieron en Valladolid, cuando el eterno cabreado del bigote era presidente de Castilla y León y lo fichó, Rodríguez ya demostró maneras de agitador con traje y verbo venenoso. Cuando Manuel Fraga traspasó a Aznar la presidencia del PP, ya en Madrid como oposición del PSOE en el Congreso, MAR saltó a la popularidad por ser el autor de la célebre frase “Váyase, señor González”. 


Casi cuarenta años más tarde, desde su despacho en la Puerta del Sol, ejerce como Rasputín de la presidenta Díaz Ayuso, la musa del caos madrileño. Todo un oráculo de la provocación desde su jefatura de gabinete. No tiene rival a la hora de engrasar las máquinas del odio, lanzar dardos envenenados a la Fiscalía o convertir la mentira en munición política. 


Se dedica, según sus propias palabras, a proteger la reputación de la presidenta madrileña. Él la construyó políticamente, la moldeó mediáticamente y ahora la defiende y escolta con la ferocidad de un perro de presa. Si ella se siente acosada, MAR ladra. Si la prensa la critica, MAR muerde. Y si la justicia se atreve a investigar, MAR ladra, muerde y además convoca a su coro de opinadores sumisos. Así se escribe, a golpe de tuit y de injuria, la versión bastarda del periodismo que él dice ejercer.


Miguel Ángel Rodríguez no es periodista, ni siquiera un mal periodista: es un propagandista. Y el problema es que la política española, demasiado acostumbrada al ruido, lo sigue tolerando. Mientras tanto, quienes aún creemos que la información debe basarse en hechos y no en insultos ni bulos, asistimos perplejos a la degradación de un oficio que muchos como él profanan a diario. ¿APM, FAPE estáis ahí?


J.T.

El Gran Amador

Se ha ganado el apelativo de “grande” a pulso. Porque hace falta ser muy grande para, con el escaso foco que hasta ahora había tenido, conseguir lo que ha conseguido: mucha pasta, todos los medios de la caverna haciéndote la pelota sin parar y caña judicial para quien ha osado desnudar sus tejemanejes. Menos mal que solo se trata de un ciudadano particular.


Es grande González Amador. Cuatro años de novio con una star system y sus primeros quince minutos de gloria no los tuvo hasta ayer. Bueno, más bien fueron dos horas, ciento veinte sabrosos minutos sin desperdicio. Tiene futuro el Gran Amador. Viéndolo declarar no te queda duda que se ha preparado a conciencia para fecha tan señalada. Pelo largo cuidadosamente descuidado, barba, unos cuantos kilos menos y maneras seductoras. Porque él lo vale.


Seré defraudador confeso, de acuerdo, pero con la planta que tengo rompo la pana. Pues sí, ha roto la pana y a muchos nos ha roto los esquemas. La verdad es que no puede negársele sobrada habilidad para abrirse camino en la vida e intentar buscarle la ruina a quien le discuta los discutibles orígenes de su indiscutible confort. Por más que fuera él mismo quien reconoció ante la Agencia Tributaria haber ocultado ingresos y su abogado propusiera un acuerdo para regularizar su deuda, pagar la sanción y miel sobre hojuelas. La jugada les salió regular, el asunto se empantanó y de aquellos polvos estamos ahora en estos lodos.


No hay mal que por bien no venga: gracias a que Miguel Ángel Rodríguez se metió por medio con el conciliador proceder que le caracteriza, por fin hemos podido disfrutar del particular timbre de voz de G. Amador, de su corbata, sus sesudos argumentos y su amor al victimismo. Todo gran amador precisa un cierto punto de victimismo que resalte su atractivo. "Pasé a ser el delincuente confeso del Reino de España. O me voy de España o me suicido, el fiscal general me ha arruinado la vida, me había matado públicamente, me había destrozado por completo”. El presidente del tribunal, Andrés Martínez Arrieta, no ha podido contener un toque de ironía: "No le recomiendo ninguna de las dos cosas. En todo caso, hable con su abogado, que es el que mejor le puede asistir en esa duda".


Con tamaña habilidad para la dramatización, para la performance, se entiende bien que nuestro gran amador tenga el éxito que tiene en la vida. Justificaba Analía Gadé la incomprensible atracción que sentía por Espartaco Santoni explicando que este era un “gran amador”, y la verdad es que el técnico sanitario, consultor e intermediario que comparte vida y techo con la presidenta madrileña guarda un cierto parecido con aquel controvertido seductor.


Santoni, para quien no lo recuerde, fue también un gran sinvergüenza. En eso estoy seguro que no se parecen. Faltaría más.


J.T.

martes, 4 de noviembre de 2025

El juicio que nunca debió existir

Al fiscal general del Estado se le juzga por una filtración que no hizo, mientras un defraudador confeso duerme tranquilo a pierna suelta. España es un país admirable: consigue que la justicia funcione con una precisión quirúrgica cuando se trata de perseguir a los equivocados. El fiscal general del Estado está siendo juzgado por una supuesta filtración que, según todos los indicios, no cometió, mientras el novio de Isabel Díaz Ayuso, que sí confesó haber defraudado a Hacienda, sigue esperando juicio. Obscenidad pura. No hay guionista que se atreva a escribir algo así sin que le tachen de exagerado.


El espectáculo resulta tan absurdo que roza lo distópico. Que el Tribunal Supremo haya decidido celebrar este juicio es, como mínimo, una anomalía institucional y, como máximo, una rendición ante la presión política y mediática. Porque no hay delito probado, ni filtración demostrada, ni intención maliciosa, ni beneficio personal. Hay, en cambio, una voluntad evidente de desgastar al fiscal general, de disparar por elevación para que el gobierno de coalición quede tocado. En la trastienda el responsable de esta felonía, Miguel Ángel Rodríguez, el maestro del fango, el guionista en la sombra. "Irán p'alante", amenazó sin cortarse un pelo.


El origen de este disparate es tan nimio que uno no se explica cómo es posible que haya acabado en el Supremo. Se trata de una información que alguien filtró, no el fiscal general y que, sin embargo, ha servido como excusa perfecta para montar esta pornográfica performance. Recordemos que el mismo día de marzo del año pasado en que Álvaro Ortiz tuvo conocimiento a última hora del mail por el que está sentado en el banquillo, la presidenta madrileña ya había salido a la palestra por la mañana hablando de una operación de Estado contra ella y su entorno, y su Rasputín particular ya había hecho circular a media tarde el bulo origen de este atropello.


Como precisa Carlota Guindal “García Ortiz está acusado de un delito de revelación de secretos, concretamente por supuestamente filtrar a un periodista un correo electrónico entre un fiscal -Julián Salto- y el abogado de González Amador. Lo que está acreditado es que el fiscal general reclamó esos correos después de conocerse por la prensa su existencia. Sin embargo, la primera noticia fue una información “falsa” de El Mundo en la que se aseguraba que la Fiscalía había torpedeado un acuerdo para evitar el juicio por fraude fiscal al novio de la dirigente popular. García Ortiz siempre ha defendido que efectivamente reclamó esos correos a Salto, a través de la fiscal jefe y fiscal superior de Madrid, pero que fueron utilizados para realizar una nota de prensa y desmentir el “bulo”, no para filtrarlo a ningún periodista.


El mensaje es claro: el castigo no depende del posible delito, sino del contexto político. Ni siquiera dentro de la propia Fiscalía hay consenso sobre la pertinencia de este juicio. Muchos lo consideran una vergüenza, una instrumentalización, una grieta peligrosa en la credibilidad del sistema. Y, sin embargo, el proceso continúa, alimentado por los titulares y las tertulias que celebran alborozados las tribulaciones del adversario. 


J.T.

lunes, 3 de noviembre de 2025

Mazón y Vilaplana, en el mismo día y a la misma hora

Carlos Mazón exclama que ya no puede más. No lo dice en un café con amigos ni en el diván del sicólogo, lo hace con gesto compungido en el Palau de la Generalitat valenciana a las nueve y cuarto de la mañana entre focos y cámaras, rodeado de banderas y asesores con cara de funeral. “He cometido errores”, concede, admitiendo solo no haber tenido reflejos políticos para cancelar la agenda y presentarse en Utiel cuando empezó la tragedia. 


El mismo día, lunes 3 de noviembre, y prácticamente a la misma hora Maribel Vilaplana comienza en el Palacio de Justicia de Catarroja una declaración que no finalizará hasta las dos de la tarde. Confirma que estuvo comiendo con Mazón aquel 29 de octubre del año pasado, el mismo día y a la misma hora en que decenas de valencianos comenzaban a perder la vida. Explica cómo él recibía llamadas, cómo no paraba de escribir en el móvil, cómo el dueño del restaurante le traía hasta el reservado un sobre con papeles para firmar cuyo contenido ella desconoce, describe que no notó urgencias, que no escuchó la palabra “catástrofe”, que no guarda el tique del parking. 


Mientras él se presenta como víctima durante su comparecencia, que hace falta tenerlos cuadrados, ella desvela los chantajes que ha recibido por parte de periodistas, incluso de directores de medios cuyos nombres no pronuncia. Este lunes, este mismo día y a la misma hora a él le tiembla la voz cuando dimite a medias, pero ni así deja de mentir y atacar al gobierno de la nación; ella, en el juzgado, llora desconsolada. Carlos se refugia en el cansancio, Maribel en el desconsuelo. Que le ofreció dirigir la televisión autonómica valenciana, confirma, también ser asesora de imagen de cargos públicos, añade, y las dos propuestas las rechazó.


En su discurso de presunta despedida, Mazón le agradece al rey su "lealtad", a saber qué quiso decir. Insiste en que no puede más, pero puede lo justo para seguir aforado, con despacho y sueldo. Mientras tanto Vilaplana, ante la jueza Nuria Ruiz Tobarra, es desasosiego puro. Si él encarna ese impostado “ya no puedo más”; ella parece querer transmitir que “solo pasaba por allí”. Qué gran metáfora del tiempo político que vivimos: el poder se desmaya en directo y la verdad, si es que se reconstruye, lo hace troceada e incompleta. 


Mazón ha convertido su comparecencia en toda una representación dramática; Vilaplana, en el juzgado de Catarroja, nos ha dejado con la duda: ¿Traía todas las contestaciones preparadas? Él medía los verbos, ella buscaba adjetivos. Él dominó la escena con el desahogo que le caracteriza, a ella se le notaba aturdida mientras explicaba cómo el president no dejaba de contestar llamadas de cuyo contenido asegura no haberse enterado. 


Todo en el mismo día y a la misma hora. Curiosa confluencia astral. Que ya no puede más, ha proclamado Mazón; que ha contado todo lo que sabía, asegura Vilaplana. Ojalá alguno de los dos dijera, alguna vez, toda la verdad.


J.T.



La película “Los domingos” y el nuevo disco de Rosalía



A raíz del estreno de “Los domingos”, Concha de Oro del Festival de San Sebastián  2025, y la presentación de “Lux”, el nuevo disco de Rosalía, no puedo evitar preguntarme si estamos ante una corriente de religiosidad o espiritualidad en las generaciones jóvenes, o solo se trata de una moda estética e industrial.

 

En “Los domingos”, Alauda Ruiz de Azúa plantea la historia de una joven de diecisiete años que anuncia su intención de hacerse monja de clausura provocando así un auténtico terremoto familiar ¡Monja en 2025! La película está bien hecha, bien escrita y mejor interpretada. La crítica, en líneas generales, ha aplaudido su honestidad, su voluntad de plantear preguntas en lugar de respuestas fáciles y la sensibilidad con que la directora aborda el conflicto familiar, algo que ya investigó en “Cinco lobitos”, su primer largometraje (2022). 


Hay que decir además que no se trata de un cine ligero, su ritmo pausado y su mirada reflexiva no son quizás la opción más cómoda para quienes buscan en las salas entretenimiento sin más. Aún así, más de medio millón de espectadores han visto ya “Los domingos” desde su estreno el pasado 24 de octubre.


Por su parte la cantante Rosalía ofrece en “Lux”, el disco que lanzará oficialmente el próximo día 7, una estética cargada de simbolismo religioso y espiritual (halo dorado, un corazón inquietante, rosario visible, atuendo en blanco evocador de hábito). Un trabajo en el que se ha propuesto explorar, según ella misma ha declarado, la mística femenina, la transformación y la espiritualidad. Después de haber reinventado el flamenco, el reguetón y el marketing, se conoce que ahora tocaba la religión. 


Si ves sin sonido el videoclip de la primera canción que ha difundido en redes, “Berghain”, y que cuando escribo estas líneas supera ya los doce millones de visualizaciones en youtube, parece como si estuviera en un convento de clausura. La propuesta, hay que reconocerlo, es ambiciosa y artística. Usa una orquesta  sinfónica, también colaboraciones de peso y todo apunta a un trabajo que va más allá del pop superficial. 


¿A qué puede deberse que coincidan en el tiempo el estreno de "Los domingos" y "Lux", ambas propuestas evocando la religión? ¿Se trata de una moda de espiritualidad entre la juventud? ¿Por qué están teniendo tanto éxito? Hay quien lo atribuye a que buena parte de los jóvenes entre 18 y 35 años, generación zeta y millennials tardíos, viven ansiedad crónica, precariedad laboral y un cierto vacío existencial, lo que hace que lo espiritual se convierta en símbolo de resistencia al nihilismo consumista. Puede que sea eso, pero no solo es eso.


Aunque los jóvenes no vayan a misa más ahora que antes, es verdad que se tatúan cruces, encienden velas aromáticas y suben a TikTok vídeos de cómo sanar tu energía. No rezan el rosario, pero hacen playlists para “conectar con la vibración del universo”. Hay quien entiende todo esto como un retorno de lo sagrado, pero parece claro que también se trata de un buen filón. 


El mercado ha descubierto que el alma vende. ¿Se trata de una regresión? ¿Una crisis de valores, quizás? Los jóvenes se acercan a fenómenos como la vocación religiosa, el ritual, el silencio o la contemplación, que hasta hace poco parecían olvidados y los reinventan. En esta época de tanta fragmentación sienten que lo tradicional ya no les ofrece respuestas y, en consecuencia, buscan “algo más”. La excelente acogida que se ha dispensado tanto a “Los domingos” como a “Lux” puede que funcione como el termómetro de una generación que busca sentido en el caos.


Para según qué expertos, la clave del éxito reside en la autenticidad emocional, consideran que ni Rosalía ni Ruiz de Azúa predican, sino que exploran; que no se trata de proselitismo, sino de un espejo. Ahí es donde las grandes plataformas han captado que hablar de espiritualidad, vocación o misticismo genera atención, y así es como parte de este fenómeno ha acabado convirtiéndose en rentable producto cultural. 


No sé en qué momento pasamos de los botellones a las procesiones, pero algo se está moviendo en estos tiempos de crisis de valores. Muchos de quienes no acabamos de entender bien lo que sucede, como es mi caso, nos preguntamos si eso que llaman “espiritualidad” no será más bien un nuevo envoltorio del capitalismo que ha descubierto la rentabilidad de pulsar el botón “modo alma”.


J.T.

domingo, 2 de noviembre de 2025

El PP, Óscar Puente y el vídeo de Halloween

Si alguna vez hubo dudas de que el Partido Popular ha perdido toda noción de lo que significa ser un partido de Estado, bastó con asomarse esta semana a su cuenta de X, la oficial, la institucional, la que supuestamente representa a un partido “moderado y de gobierno”, para comprobarlo. Para contestar un tuit de Óscar Puente en el que este hacía notar la diferencia de imagen entre Sánchez y Feijóo, a los populares no se les ocurrió mejor idea que comparar al ministro de Fomento con un mono. Al día siguiente difundieron un vídeo de Halloween en el que se caricaturizaba a ministros y al presidente del Gobierno como personajes de terror barato. Una pieza de propaganda grotesca, una desfachatez.  


No es de recibo que la cuenta institucional en redes de un partido político con vocación de gobernar recurra a los mismos métodos zafios, insultantes y maleducados que los peores influencers adolescentes de la ultraderecha. Lo que esto revela no es solo una crisis de comunicación, sino una crisis moral. La derecha española, antaño orgullosa de su sobriedad, se ha convertido en una caricatura de sí misma. Con el vídeo de Halloween, donde se burlaban de Bolaños, Puente, María Jesús Montero, Begoña Gómez o Pedro Sánchez convirtiéndolos en personajes de la familia Adams se han pasado tres pueblos.


Lo del tuit de Óscar Puente va aún más allá. Comparar a un ministro con un mono es un gesto miserable que traspasa todos los límites de lo tolerable. Es algo racista en su connotación, clasista en su intención, y profundamente mezquino en su mensaje, el tipo de deshumanización que los ultras practican para denigrar al adversario, reducirlo a una caricatura, despojarlo de su condición humana. 


¿Dónde quedó aquel PP que decía ser “el partido de la moderación”? ¿Dónde está el Feijóo que prometía “rebajar el tono” y “recuperar el respeto institucional”? Pues ahí lo tienen: convertido en el jefe de una banda digital que se comporta como un hatajo de forajidos. Lo que antes era patrimonio de las cuentas ultras, ahora lo lanza sin pudor el principal partido de la oposición.


¿Recapacitar, admitir que se han equivocado? Ni por asomo: ni una disculpa, ni una rectificación, ni un se nos fue la mano. Nada. Solo la habitual mezcla de arrogancia y victimismo: “No tienen sentido del humor”, “no saben encajar una crítica”, “es solo ironía”, replican. El PP ha decidido transmitir en la misma longitud de onda que Vox y por lo visto han entendido que eso significa arrinconar los escrúpulos, si es que alguna vez los tuvieron. Si la extrema derecha insulta, el PP también. Si la extrema derecha ridiculiza, el PP aplaude. Si la extrema derecha convierte la política en espectáculo, el PP pide pista. 


El daño no se lo hacen al PSOE ni a Óscar Puente, quien por cierto ha demostrado cintura suficiente para defenderse, sino a la política misma. Cuando un partido que ha gobernado España recurre a vídeos de miedo y tuits de zoológico, el mensaje que envía es devastador. Feijóo, que tanto presume de seriedad, debería preguntarse si quiere pasar a la historia como el hombre que convirtió al PP en una sucursal de Forocoches. Hay bromas, si es que lo son, que desnudan más que mil discursos. 


J.T.